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B10 <=[BTG I The arousing of thought, p. 11]=> B12

And the chief reason for this unhappiness of mine in my almost already mellow age, results from the fact that since childhood there was implanted in my peculiar psyche, together with numerous other rubbish also unnecessary for contemporary life, such an inherency as always and in everything automatically enjoins the whole of me to act only according to popular wisdom.

In the present case, as always in similar as yet indefinite life cases, there immediately comes to my brain – which is for me, constructed unsuccessfully to the point of mockery, and is now as is said, “running through” it – that saying of popular wisdom which existed in the life of people of very ancient times, and which has been handed down to our day formulated in the following words: “every stick always has two ends.”

In trying first to understand the basic thought and real significance hidden in this strange verbal formulation, there must, in my opinion, first of all arise in the consciousness of every more or less sane-thinking man the supposition that, in the totality of ideas on which is based and from which must flow a sensible notion of this saying, lies the truth, cognized by people for centuries, which affirms that every cause occurring in the life of man, from whatever phenomenon it arises, as one of two opposite effects of other causes, is in its turn obligatorily molded also into two quite opposite effects, as for instance: if “something” obtained from two different causes engenders light, then it must inevitably engender a phenomenon opposite to it, that is to say, darkness; or a factor engendering in the organism of a living creature an impulse of palpable satisfaction also engenders without fail nonsatisfaction, of course also palpable, and so on and so forth, always and in everything.

Adopting in the same given instance this popular wisdom formed by centuries and expressed by a stick, which, as was said, indeed has two ends, one end of which is considered good and the other bad, then if I use the aforesaid automatism which was acquired in me thanks only to long practice, it will be for me personally of course very good, but according to this saying, there must result for the reader just the opposite; and what the opposite of good is, even every nonpossessor of haemorrhoids must very easily understand.


Y la principal razón de esta infelicidad que se ha apoderado de mí en edad ya madura, proviene del hecho de que ya en la infancia recibí en mi peculiar psiquismo, junto con otras muchas inutilidades perfectamente superfluas para la vida contemporánea, un patrimonio tal que siempre, y en todas las cosas, me impulsa automática y unánimemente a actuar de acuerdo tan sólo con la sabiduría popular.

En el caso actual, como siempre me sucede en otras ocasiones similares de la vida tan indefinidas como ésta, me viene a la mente ese aforismo de la sabiduría popular que ya regulaba las vidas de los pueblos más antiguos y que ha pasado de boca en boca hasta nuestros días, en la siguiente expresión:

«Todas las varas tienen siempre dos puntas.»

Al tratar por primera vez de comprender el pensamiento esencial y realmente significativo oculto detrás de esta extraña fórmula verbal, debe surgir ante todo, a mi entender, en la consciencia de todo hombre más o menos sano mentalmente, la impresión de que, en la totalidad de las ideas sobre las que se basa y de las que debe fluir la sensata noción de este dicho, reside la verdad — conocida por todo el mundo desde hace siglos —, de que toda causa que obre en la vida del hombre, procedente de cualquier fenómeno, como uno de los dos efectos opuestos de otras causas, se halla necesariamente estructurada, a su vez, en dos efectos completamente opuestos; es decir, por ejemplo, que si «algo» procedente de dos causas diferentes genera la luz, también deberá generar, inevitablemente, un fenómeno opuesto, esto es, la oscuridad; de este modo, si un factor genera en el organismo de un ser vivo un impulso de satisfacción palpable, también generará, necesariamente, una correspondiente insatisfacción, también palpable por supuesto, y así sucesivamente, siempre y en todas las cosas.

Teniendo pues, presente, en mi propio caso, este aserto popular formado a través de varios siglos y objetivado por la idea de una vara, la cual tiene en verdad, según se dijo, dos extremos, siendo el uno bueno y el otro malo, si me decido a valerme del automatismo antes mencionado adquirido por mí sólo gracias a una larga práctica, claro está que será para mí un gran bien; pero de acuerdo con aquel aforismo, en el lector tendrá precisamente el efecto opuesto; y qué es lo contrario del bien, cualquiera que no sufra de hemorroides podrá comprenderlo fácilmente.

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