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And nothing stuck, as it was quite recently made clear to me, not through any fault of mine, nor through the fault of my former respected and nonrespected teachers, but this human labor was spent in vain owing to one unexpected and quite exceptional event which occurred at the moment of my appearance on God’s Earth, and which was – as a certain occultist well known in Europe explained to me after a very minute what is called “psycho-physico-astrological” investigation – that at that moment, through the hole made in the windowpane by our crazy lame goat, there poured the vibrations of sound which arose in the neighbor’s house from an Edison phonograph, and the midwife had in her mouth a lozenge saturated with cocaine of German make, and moreover not “Ersatz,” and was sucking this lozenge to these sounds without the proper enjoyment.

Besides from this event, rare in the everyday life of people, my present position also arose because later on in my preparatory and adult life – as, I must confess, I myself guessed after long reflections according to the method of the German professor, Herr Stumpsinschmausen – I always avoided instinctively as well as automatically and at times even consciously, that is, on principle, employing this language for intercourse with others. And from such a trifle, and perhaps not a trifle, I manifested thus again thanks to three data which were formed in my entirety during my preparatory age, about which data I intend to inform you a little later in this same first chapter of my writings.


Y nada perduró, según lo comprendí claramente hace poco tiempo, no por falta alguna de mi parte o por culpa de mis viejos y respetados — o no respetados — maestros, sino porque todo este trabajo humano fue realizado inútilmente debido a un suceso inesperado y completamente excepcional que aconteció en el momento en que hice mi aparición en esta Tierra de Dios; hecho que consistió en que — como cierto ocultista famoso en Europa me explicó después de una minuciosa investigación «psico-astrológica», según se llaman estas investigaciones — en ese preciso momento, a través del agujero abierto en el vidrio de la ventana por nuestro chivo rengo enloquecido, cayó una lluvia de vibraciones sonoras procedentes del fonógrafo Edison de un vecino, mientras la partera paladeaba en la boca una tableta saturada de cocaína de origen germano que, además, no era «Ersatz», saboreando la mencionada tableta alegremente, al compás de los sonidos que entraban por el vidrio roto.

Aparte de este hecho, de por sí raro para la gente normal, mi situación actual se deriva también de que tiempo más tarde, durante las etapas preparatoria y adulta de mi vida — como llegué a saber después de largas reflexiones, debo confesarlo, siguiendo el método del profesor alemán Herr Stumpsinschmausen — siempre evité instintiva y automáticamente (a veces, incluso, conscientemente), emplear, por principio, ese idioma para el trato con los demás. Y semejante trivialidad, quizá no tan trivial, la manifesté gracias nuevamente a tres datos que se configuraron en mi totalidad durante la edad preparatoria, datos éstos sobre los cuales pienso informaros más adelante en este mismo capítulo de mis escritos.

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